La primera descripción de la doble hélice del ADN, un descubrimiento que
se fraguó en un laboratorio de la universidad inglesa de Cambridge y que cambió
para siempre la comprensión de la vida, cumple esta semana 60 años desde su
publicación.
La revista científica "Nature" divulgó el 25 de abril de 1953
el artículo "Estructura del ácido desoxiribonucleico", firmado por el
británico Francis Crick y el estadounidense James Watson, que recibieron el Premio Nobel de
Fisiología y Medicina en 1962 junto al también británico Maurice Wilkins, que
había sentado unos años antes las bases para el hallazgo.
El trabajo de ambos biólogos desveló el misterio de la molécula que
contiene la información necesaria para que cualquier organismo vivo nazca y se
desarrolle, desde los seres humanos hasta las bacterias.
Más concretamente, la doble hélice es donde se conservan en
forma de secuencia los genes, dispuestos uno detrás de otro, y son
ellos los que contienen las instrucciones para sintetizar moléculas mayores que
a su vez construyen células con funciones específicas.
Gracias al descubrimiento de Crick y Watson, en poco más de una década
se resolvió el funcionamiento del código genético y se inició una era de
avances sin precedentes en la biología.
Desde que el naturalista austríaco Gregor Mendel apuntó las leyes de la
herencia en 1865, comenzó una carrera de casi un siglo que llegó a su punto
culminante cuando Crick y Watson comprendieron que el ADN se ordena en forma de
una doble hélice.
El descubrimiento se materializó en el laboratorio Cavendish de
Cambridge, donde han
trabajado 29 premios Nobel en el último siglo, y fue la cristalización de
varios años de avances en un campo que vivió su empuje definitivo en 1944,
cuando se demostró que la clave de la transmisión genética se ocultaba en el
ADN.
Descubrir la estructura de una molécula que prometía dar acceso a los
secretos de la vida se convirtió en el objetivo de algunos de los centros
científicos más avanzados del mundo, y los dos investigadores abandonaron todos
los proyectos que tenían entre manos en 1951 para dedicarse por completo a esa
tarea.
La competencia era dura: el biólogo estadounidense Linus Pauling, que ya
había profundizado en la estructura de las proteínas, andaba detrás del descubrimiento,
lo mismo que el británico John Randall, que contaba con un equipo completo en
el King's College de Londres para tratar de avanzar a Crick y Watson.
La cristalógrafa inglesa Rosalind Franklin, cuyo trabajo apoyó Wilkins,
había desarrollado precisamente en esa universidad londinense estudios sobre el
estudio con rayos X de la estructura molecular que resultaron clave para
desentrañar el misterio de la doble hélice.
Los datos experimentales de Franklin podrían haber supuesto una ventaja
para los investigadores del King's College, pero sus papeles acabaron en las
manos de los biólogos de Cambridge.
Con ellos, Crick y Watson ensayaron un camino distinto al que estaban
siguiendo el resto de equipos dedicados a desentrañar la forma del ADN, que
insistían en escudriñar la molécula con microscopios que no eran lo
suficientemente potentes.
Ambos científicos acertaron a comprender que sometiendo la molécula a
rayos X y estudiando la difracción de esos rayos podían inferir una estructura
en forma de doble hélice.
El descubrimiento no era una mera descripción de la molécula, sino que
permitía comenzar a explicar el mecanismo con el que el ADN se separa en dos
hebras -de ahí la doble hélice- para reproducirse en dos moléculas idénticas,
la base de la herencia genética.
por Efe