En el fondo
marino, a 3.500 metros de profundidad el agua se encuentra muy fría, entre uno
y dos grados. La oscuridad es total, pues la luz se dispersa y desaparece antes
de los doscientos metros de la superficie. A pesar de este hábitat hostil, allí
consiguen vivir distintas especies de virus y bacterias.
Los trabajos de secuenciación (enmarcado en el proyecto Malaspina) se centran en los virus, bacterias y protistas que habitan el océano a 4.000 metros de profundidad. La mayor parte de la biomasa de los organismos marinos se compone de microorganismo. De éstos, un 72% habitan en el océano oscuro, de 200 metros de profundidad. Sin embargo, hasta ahora, la secuenciación de ADN o ARN había sido limitada casi exclusivamente a las aguas de la superficie del océano.
Los resultados preliminares revelan una riqueza de especies desconocidas de microorganismos en el océano profundo, que se caracteriza por una intensa actividad biológica. Específicamente, 60% de las especies bacterianas de las profundidades del océano detectado por técnicas de secuenciación masiva son desconocidos.Se podría decir por tanto, que por primera vez se secuencia el "genoma del oceáno".
En el fondo
del oceáno, los organismos viven alejados unos de otros, pero la soledad del
entorno no es obstáculo para su supervivencia, ya que no necesitan juntarse entre ellos para
reproducirse. La supervivencia de las bacterias se basa en algo tan
sencillo como dividirse, para crear otra célula más parecida a un gemelo que a
un hijo. Acostumbradas a sobrevivir en las peores condiciones, no les resulta
difícil engañar a los científicos, haciéndose las
muertas una vez que se ven atrapadas dentro de las muestras de agua. Han sido
casi 200.000 las que han recogido los investigadores, obtenidas a profundidades
que han llegado hasta los 4.000 metros de profundidad, en 313 puntos de los
fondos marinos de los océanos Índico, Pacífico y Atlántico.
Josep Maria Gasol investigador del CSIC, afirma que nos estamos
encontrando con que desconocemos
la mayor parte de los genes, pues no aparece nada parecido en las bases
de datos de que se dispone. Una de las mayores
sorpresas ha sido toparse con bacterias
capaces de degradar compuestos muy tóxicos que se han ido acumulando en el
fondo marino por efecto de la actividad humana, se han encontrado bacterias con vías metabólicas que son capaces de degradar el metilmercurio, otras bacterias, los metanotrofos, utilizan los productos de degradación de los mismos compuestos tóxicos como fuente de carbono y energía. La detección de estas plantas de reciclaje en las profundidades del océano permite identificar las regiones con la mayor acumulación de sustancias tóxicas, y usar estas bacterias como biosensores del estado ecológico de un entorno tan desconocido como las profundidades del océano.
El número de
especies marinas utilizadas como fuente de genes con interés comercial crece un
12 por ciento anual. El potencial biotecnológico de los organismos marinos es
grande, y más aún en el océano profundo. Otros de los genes recolectados en
Malaspina abren la puerta a aplicaciones biotecnológicas en el campo de la
medicina. Se trata de sintetizar una nueva generación de antibióticos, ante el agotamiento previsto de
los actuales para las próximas décadas, uno de los retos en el ámbito de la
seguridad sanitaria a los que se enfrentará la sociedad debido a la resistencia
que comienzan a mostrar algunas bacterias en la actualidad.
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